Puerto Norte como oportunidad para el turismo náutico
2009 / 09 / 27
Propietarios de embarcaciones de recreo con base en Llanes están buscando acomodo temporal en la vecina Cantabria y hasta en Galicia. Las obras del puerto de la villa oriental obligan a desalojar los pantalanes, y los barcos no encuentran puntos de amarre disponibles en ninguna otra dársena de la región.Los atraques en Lugo son incluso más baratos que los asturianos.Todos los puertos costeros del Principado tienen lista de espera. Se necesitan 600 nuevas plazas y las ampliaciones previstas para los próximos años cubren sólo la mitad de la demanda. Ahora que el turismo rural parece haber tocado techo y que tanto se lucha por extender a todo el año la llegada de visitantes, Asturias tiene en el auge de la náutica un filón por explotar. Hay aficionados residentes aquí, pero hay otros miles por conquistar, de la Bretaña francesa a la gallega Bayona, en una larga franja de costa.
Lo primero es creer en el valor de un proyecto así, y en sus posibilidades. Y ya va siendo hora de verlo. Resulta inconcebible que Asturias, con su extensa fachada marina y su arraigada vocación marinera, sea la región que menos amarres deportivos tiene de España: 1.500. Hasta Cantabria, la mitad en territorio y habitantes, los duplica.
Un caso paradigmático de esta escasa visión estratégica es el de Puerto Norte, un conjunto de actuaciones que pretendía convertir la degradada desembocadura del río Nalón, entre los concejos de Soto del Barco y Muros, en el gran centro de recreo náutico del Norte. Una serie de reportajes que publicó esta semana LA NUEVA ESPAÑA evidencia, a través del testimonio de expertos, alcaldes y vecinos, que el fondo de la propuesta tiene valor a pesar del tiempo transcurrido desde que está sobre la mesa.
Este paraje que se desliza en vega fértil hacia el mar desde las sierras de Monteagudo, La Mafalla y Fontenoba es una de las mejores dársenas naturales que en Asturias pueda hallarse. Además de sus especiales condiciones como abrigo, reúne una gran belleza. Ya lo descubrió a comienzos del siglo pasado el prolífico humanista y pedagogo Rafael Altamira, por entonces profesor de Derecho de la Universidad de Oviedo, que descansaba a orillas del Nalón. De los paisajes de Asturias se ha hablado mucho. Pero las descripciones corrientes, así como las fotografías, repiten de continuo los mismos tópicos. Hay también rías, no tantas ni tan grandes, pero no menos hermosas que las gallegas.
Goza el estuario de unas comunicaciones inmejorables, con estación de Feve en San Esteban, el aeropuerto al lado y la Autovía del Cantábrico en sus bordes, y ha escapado hasta ahora a la feroz degradación urbanística de otros enclaves. Rocas y playa de San Esteban es un magnífico cuadro que en 1903 pintó Sorolla y que brilla en la exposición antológica del artista que recorre este año España. Transcurrió más de un siglo y el paisaje no sólo es hoy perfectamente reconocible sino que casi no ha cambiado.
Puerto Norte nació en mal momento. El padre de la idea, el entonces presidente del Principado, Juan Luis Rodríguez-Vigil, cometió el pecado de la exageración al presentarla como la Nueva Pompeya. Dimitido Vigil tras el Petromocho y más precavida que nunca la sociedad asturiana ante cualquier cosa que sonara demasiado, el proyecto quedó arrinconado en un cajón. Cuando llegaban períodos electorales, los gobiernos de turno lo desempolvaban. Nunca hubo, salvo al principio, verdadero compromiso político para impulsarlo, lo que contribuyó a que los vecinos trocasen su ilusión inicial en sentimiento de estafa después.
La prueba de que no era un alocado sinsentido es que muchas de las actuaciones que se hicieron en la zona -recuperación de la fachada marítima, paseos, saneamientos, pantalanes, piscina fluvial, la pasarela entre las dos orillas que, con todas sus limitaciones, parece que arrancará ahora- se basaron en aquel esquema. Faltan las inversiones esenciales, también las más costosas: hacer navegable el Nalón hasta Pravia (una idea original aunque quizá no con las ínfulas que la planteó el Principado, que pretendía la entrada de ferries) y un dique que garantice la seguridad de la barra y defienda de futuros aterramientos la bocana, cuyos dragados sirven ahora de poco. Con los fondos mineros se perdió una ocasión histórica para afrontarlas. Soto y Muros puede que no hayan tenido pozos, pero sufrieron durante décadas las consecuencias de un Nalón negro por el lavado de carbones. Resulta incomprensible la marginación de esta zona y la falta de cualquier liderazgo, quizá porque los concejos afectados han sido incapaces de urdir un proyecto en común.
Rubén Darío, otro veraneante ilustre de este recodo, cantó a las aguas argentadas de San Esteban y La Arena y a su cielo de cobalto, rejado de vellones, manchado de pincelazos de nieve. Un día, ante una procesión de lanchas marineras detrás de un vaporcito con la imagen de San Telmo, su mirada de vate vio la Venecia cantábrica. Cien años después, esta imagen conserva igual fuerza evocadora. Sin góndolas pero con barcos deportivos, ojalá llegue el momento en que podamos considerar las palabras del nicaragüense una poética anticipación premonitoria. Ese día, Asturias habrá redescubierto por fin las inmensas posibilidades náuticas de Puerto Norte y las estará aprovechando. Si hacen faltan puertos deportivos, aquí puede estar uno de los mejores.