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43º33’17.80”N 6º05’3.79”W

Una embarcación que en sí misma, es documento y monumento industrial: “El Vaporín” de San Esteban de Pravia (I)y(II)

2013 / 11 / 16

Una embarcación que en sí misma, es documento y monumento industrial: “El Vaporín” de San Esteban de Pravia (I)

El patrimonio que nos dejó la actividad minera es mucho más diverso, amplio e incluyente de lo que pudiera parecer incluso a los ojos de los asturianos. Hoy nos ocupamos de una auténtica joya: el viejo remolcador “San Esteban”, que cumple la friolera de 111 años en perfecto estado y en el lugar donde debe hallarse, el puerto carbonero por excelencia del Cantábrico.

Si bien es cierto que muchos capítulos e ilustraciones del gran libro del patrimonio del Principado constituyen dramas o tragedias, algunos nos dejan con una sonrisa en los labios y la sensación de que, a veces, la fortuna se alía con las férreas voluntades de ciudadanos luchadores que logran victorias locales que suponen triunfos generales para nuestra identidad cultural como asturianos. Al mirar hacia San Esteban de Pravia, ese magnífico puerto que lo fue y lo sigue siendo, ese núcleo de actividad industrial y cultural que busca reinventarse con iniciativas dignas no sólo de alabanza, sino de envidia (como las que genera la Nueva Colonia de Muros), advertimos que la recuperación de este símbolo que es “El Vaporín” acredita las posibilidades que la acción social concertada (en este caso, la colaboración entre el Ayuntamiento de Muros de Nalón, el armador José Cardín y el Náutico San Esteban) tiene en este ámbito fundamental de nuestra vida. Los actuales responsables (“La sociedad protectora del Remolcador San Esteban”) permitieron que justo por la celebración de El Carmen, la indiscutible fiesta marinera, en el verano de este año 2013 regresara por sorpresa y para emoción indiscutible de sus vecinos.

Pues ésta es la historia de un barco, un remolcador, que comienza en el año 1902 en Sandquay, sito en la localidad de Dartmouth (en Devon, Inglaterra); los astilleros Philip&Son Shipbuilders Ltd., activos desde 1858 (y hasta la década de 1990) construyen el que entonces se llamó “Venture”, un barco pesquero que llevó el número 220 de su producción. Apenas 5 años más tarde, en 1907, el barco es comprado en España: la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco – Asturiana es la responsable de la llegada del tren a este lugar desde su constitución en 1899, y es también la “culpable” de que llegue, en la década de 1920 y de la mano de su presidente, Emilio García – Conde, este barco al puerto de San Esteban.

En aquel momento, este enclave era un hervidero de actividad: la constitución de la Junta de Obras del Puerto en 1926 ponía las bases para la administración de esta zona costera y generó grandes obras de infraestructuras, como la ampliación de la barra, la sustitución de las primitivas grúas por otras modernas, eléctricas, para la descarga de carbones o la instalación de transformadores para esa moderna energía tan precisa aquí. Por supuesto, también se construían entonces edificios como la emblemática sede de esa Junta, talleres o la casa de prácticos. Para quien quiera conocer más de su historia, es absolutamente imprescindible la lectura del clásico trabajo de don Francisco Quirós Linares, El Puerto de San Esteban de Pravia, Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, 1975; y para quien desee disfrutar con esas fotografías en blanco y negro que nos muestran el tiempo aquí transcurrido, el volumen editado por la Fundación Méjica en 2004, consagrado al puerto y a la Ilustración de 100 años de tráficos.

¿Por qué un remolcador? Podemos decir que es una embarcación de servicio, auxiliar de otras, puesto que sirve para ayudar a la maniobra, al “halar”: o sea, empujando en los puertos (como aquí sucedía) para guiarlos con precisión a su destino de atraque, al punto en que se procede a la carga y descarga. En este caso, vinculado como estuvo al Vasco, sin duda tenía que ver con el tráfico de carbones de esta compañía que organizaba la evacuación de hulla desde el valle de Turón donde operaba la empresa filial de Altos Hornos de Vizcaya, Sociedad Hulleras de Turón, hasta Bilbao donde era consumido por la siderurgia euskalduna. Otras empresas, mineras y navieras, se sumaron a ese flujo incesante que transformó para siempre una mínima localidad pesquera en un auténtico puerto industrial.

Es un barco fuerte para sus dimensiones, de “recia proa y popa de suaves curvas”; estuvo accionado a vapor, en origen (y éste así funcionaba, de ahí el nombre coloquial), y disponía de una carbonera capaz para 8 toneladas y una gran caldera, que le permitían desarrollar 125 caballos de potencia; su velocidad máxima era de 8’5 nudos.

Desaparecido el motor original ya en la década de 1960, apenas nada podemos lamentar más en cuanto a la materialidad de este extraordinario bien mueble: el resto de la embarcación ha sido muy cuidadosamente restaurado, pudiendo afirmarse ahora que se trata el barco más antiguo que continúa en estado de navegación en todo el Cantábrico. Por eso hemos querido ocuparnos de él, y volveremos a hacerlo en breve para completar la información sobre esta magnífica obra absolutamente necesaria para entender este puerto y seguir entendiéndonos.

ver parte (II)

FUENTE:
www.territorio-museo.com

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