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El oro oculto de la costa asturiana

2016 / 08 / 28

El oro oculto de la costa asturiana
La regatista Ángela Pumariega, medalla de oro en Londres 2012, conoce con LA NUEVA ESPAÑA el tramo que va desde la desembocadura del Nalón, en San Esteban de Pravia, hasta la Concha de Artedo
28.08.2016 | 03:20
El Elogio del Horizonte.
El Elogio del Horizonte. Miki López
Ángela Pumariega, mostrando su medalla olímpica, con el puerto de San Esteban al fondo.
El patrón de la embarcación Miguel Ángel Pérez con Ángela Pumariega, dejando atrás la punta de la barra de San Esteban de Pravia.
La playa de la Concha de Artedo, fotografiada desde la embarcación.
El ´Ojo´ de Punta del Gaviero, muy cerca de la playa de Aguilar, en Muros de Nalón.
El faro de Cudillero.
Los bloques de hormigón que se encuentran en el exterior del puerto de Cudillero.
Fotos de la noticia
Gijón desde el mar
Xuan Fernández Una embarcación, dos hombres de mar, una campeona olímpica de regatas y el mágico trayecto entre la desembocadura del Nalón y el final de la Concha de Artedo. Esos son los ingredientes de la primera expedición marítima, de una serie de cinco, que realizará LA NUEVA ESPAÑA en diferentes puntos de la costa asturiana, y que serán publicadas de aquí al final del verano.

En la inaugural de la serie, organizada junto con el Club Náutico de San Esteban de Pravia (Muros de Nalón), la regatista olímpica Ángela Pumariega medalla de oro en los Juegos de Londres 2012, que desgraciadamente no logró la clasificación para las Olimpiadas de Río, conoció una parte de Asturias desconocida hasta ahora para ella y se fascinó de las historias marinas del lugar que los guías, Javier Ángel Menéndez y Miguel Ángel Pérez, narraban mientras las olas rompían con fuerza en la embarcación motora.

La expedición partió a la tarde del puerto de San Esteban y la climatología, más propia de un paisaje invernal que de finales de agosto, no impidió el buen desarrollo del recorrido de la marcha marina. Nada más poner pies en la cubierta del barco, Pumariega se sorprendió por la gran capacidad de embarcaciones deportivas que podría albergar del puerto de San Esteban, un pueblo en el que nunca había estado. "Podría tener un potencial enorme por su gran tamaño. Es raro que no se aumente su capacidad para tener más uso. Para la vela ligera quizá sería más difícil por la corriente, pero hay muchas más opciones", comentaba Pumariega mientras la embarcación ponía rumbo a la costa.

La historia del puerto de San Esteban, antaño una de las dársena industriales más importantes del Cantábrico que a finales del siglo XX conoció su etapa de más esplendor, cuando de su puerto partía el carbón que completaba la ruta San Esteban-Bilbao, también impresionó sobre manera a la campeona olímpica, que escuchaba con gran atención las explicaciones históricas de los guías de la expedición.

Mirando por el rabillo del ojo la punta de la barra de San Esteban, una vez metidos en la costa, la embarcación vira hacia la izquierda poniendo rumbo occidente y dejando a la espalda la imponente peña La Deva, uno de los islotes más significativos de la costa de la desembocadura del Nalón. La lluvia respeta la excursión, y las nubes, pese a hacer acto de presencia, no impedían la visibilidad meridiana de las playas y pedreros de la zona que abarcan desde San Esteban hasta la concha de Artedo. El Garruncho, El Focarón, Las Llanas, Cazonera o la playa de Aguilar, se veían perfectamente desde la distancia.

A Pumariega le llama la atención la diferencia de este tramo de costa con el oriente asturiano, mucho más pronunciada y con una gran abundancia de acantilados. "Es como sí hicieses un viaje al pasado. Todo es mucho más aprubto por los salientes y además es una zona que se nota que está mucho menos masificada que otras".

Que la costa occidental asturiana sea más rocosa y abrupta que la oriental tiene una explicación geológica conocida. El puerto de San Esteban, es el fin de trayecto de una falla que sale de la parte leonesa de Ventaniella, en Ponga, y muere en la desembocadura del Nalón. Esa falla es uno de los factores geológicos que provocan que desde San Esteban hacia el occidente abunden los acantilados y las playas de piedras, y en cambio, desde la Playa de los Quebrantos, en San Juan de la Arena, hacia el oriente, el paisaje sea totalmente diferente, destacando las playas de arena.

Pumariega, que llevaba siete años sin pasar de seguido el verano en Asturias, está acostumbrada a navegar por la costa de Palma de Mallorca y se desternillaba por la gran diferencia que hay entre surcar el Cantábrico a las Baleares. Como buena aficionada al surf, la campeona olímpica sí conocía la playa de Aguilar, en Muros de Nalón, uno de los arenales más concurridos de la costa asturiana, muy masificado para el gusto de la regatista. Lo que no sabía Pumariega era la leyenda de la Cueva del Castiellu de Aguilar, en la que se dice que habita una xana que fue traicionada por su caballero y está destinada a vivir eternamente en la cueva de la playa.

Durante el viaje Pumariega también habla de sus inicios en el deporte y de como se metió en el mundo de las regatas en un campamento a los diez años. Lo complicado que es

vivir de forma profesional del mundo de la vela lo sabe bien Pumariega. Eso, y la falta de ayudas públicas a deportes con menos repercusión como el suyo. La regatista olímpica sufrió un revés cuando el año pasado el Consejo Superior de Deportes le retiró una beca de 48.000 euros que necesitaba para costearse una embarcación y un entrenador. Esa adversidad no le quita el buen humor ni las ganas de seguir luchando a Pumariega, que espera poder seguir preparándose para acudir a los siguientes Juegos Olímpicos en Tokio.

El barco ya divisa Punta Rebollera, donde está el faro de Cudillero. Todavía más lejos, a unas cuantas millas, se adivinan Las Culinas, unas islas de roca más allá de Cudillero. Obligada es la entrada al puerto de la villa, un emblema turístico de Asturias, que pese al día nubloso está tan transitado como cualquier día soleado. En la edad media, los Vikingos asentaron un puerto en Cudillero y estrecharon lazos con los pixuetos. Esa descendencia vikinga de los pixuetos explicaría los rasgos nórdicos que se dice que tienen los de Cudillero. No hay constancia real de la relación entre vikingos y pixuetos, pero las leyendas que cuentan los guías le hacen competencia al paisaje durante esta travesía marítima.

Lo que no es un mito es la galerna que irrumpió en la costa asturiana en 1961 dejando más de 80 muertos y cebándose también con el puerto de Cudillero. Quizá el temporal más bestial que asoló en Asturias durante el pasado siglo. Pumariega no cesó de escuchar con atención la narración que los guías ofrecían mientras Cudillero iba alejándose de la popa de la embarcación.

Miguel Ángel Pérez pone el barco rumbo a la Concha de Artedo a todo motor, con la amenaza de la llegada de una tormenta que avisa a la costa de su inminente descarga. Entre Cudillero y la Concha abundan los islotes de roca, y la embarcación debe pasarlos a distancia para evitar riesgos de choque. En pocos minutos la expedición entra de lleno en la bahía de Concha de Artedo, totalmente desierta a diferencia de Aguilar. Artedo también tiene su pequeño toque histórico: en el siglo XVI, el navegante Pedro Menéndez sembró el terror, sin pretenderlo, en la bahía de Artedo. En una de sus expediciones, el marinero avilesino, fundador de la ciudad de San Agustín en América, iba rumbo a Santander y entró en la Concha probablemente para realizar algún arreglo al navío. Su barco llevaba velas latinas, típicas de los normandos, y los habitantes de Artedo lo confundieron con uno de ellos y se escondieron por temor a una masacre.

Tras disfrutar de la Concha de Artedo, la expedición da la vuelta y en poco tiempo penetra en San Esteban. Como despedida, una visita al castillo de San Martín de la ría del Nalón, ya en el concejo de Soto del Barco. Al final, el tiempo fue generoso muy generoso con la travesía porque, una vez en tierra, la tormenta descargó sin piedad alguna sobre la ría del Nalón

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